
“La indiferencia es más terrible que el odio. Porque el odio es como un fuego que quiere destruir, pero quiere destruir a quien considera alguien. El mismo hecho de que quiera destruirlo le hace al menos la justicia de reconocerle un valor. Pero la indiferencia no. La indiferencia es un hielo, un hielo que, mientras momifica, le perdona la vida, se la perdona nada más que para eso, para que usted se sienta momia, en el frío y en la oscuridad de un sarcófago. La indiferencia lo convierte a usted en cero, en esa nada de la serie aritmética, que no suma, ni resta, ni multiplica, ni divide, que no agrega ni quita, que está fuera de todas las operaciones. Porque uno preferiría a veces ser un número negativo, que restase siempre, no importa, pero que, temido u odiado, entrara en cálculos2. (pág. 195)
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