Aquí tienes al anciano terminando su agonía, y al niño en el mismo día empezando su vivir. Escucha cual suena, hermano, de ese que viene el gemido con el adiós confundido del otro que va a partir. ¿Qué es más triste, la ignorancia de aquel que busca la vida, o de otro que perdida deja la vida, el saber? ¿Qué lloras más, a la infancia que a padecer se encamina, o a la vejez que termina, hermano, su padecer? Tuvo el año lozanía, bella fue su primavera, mas ¿sabes en la pradera para qué las flores son? Para hacernos más sombría, cuando acaba su belleza, de los campos la tristeza en la invernal estación. ¿Dudas? ¡ay! estrecha cuenta hoy al año reclamemos, y sus penas coloquemos al lado de su placer. Ya verás cuál se acrecienta ancho el cerco de sus males, y el de sus bienes cabales cuán estrecho viene a ser. Tenemos pena cumplida, ventura solo aplazada, con lágrima anticipada tan antes pagada ya, que parece que la vida poscrita al placer tenemos, y solo que le soñemos castigo el dolor nos da. Tal nos pasa, tal sufrimos, tal es el mundo presente; tras nosotros otra gente más dichosa ha de venir: que las almas que nacimos de este siglo entre las guerras, para cruzar nuestras tierras en un perpetuo gemir. Bardos vendrán más contentos en otra edad venturosa que la vida hallen hermosa y canten solo placer; mas nosotros, descontentos de estos tiempos revoltosos, con los ojos lagrimosos cantamos el padecer. Y cuando el año termina más nuestro duelo se aumenta; triste el año es que ahuyenta ¿mas cómo el otro será? Esa aurora que vecina sigue ya a la noche esta en alas del sol traspuesta, ¿sabes tú qué luz traerá? ¿Podrán los ojos mirarla frente a frente sin recelo? ¿Brillará pura en el ciclo? ¿Saldrá envuelta en lobreguez? ¿Vendrá algún astro a eclipsarla, tanta nube a oscurecerla, que nunca logremos verla en completa brillantez? Allá los sabios que miran por la noche a los luceros, en sus cálculos certeros lo que averiguan dirán; mas a mí que no me inspiran profecías las estrellas, no puedo decir por ellas lo que los años traerán. Pero los temo y los lloro, y entre su noche y su aurora está para mí la hora más triste del corazón; del rudo bronce sonoro que entrambos años separa, temblando aguardo la clara y solemne vibración… Dos… cuatro… seis… alegría al que nace saludemos; ocho… diez… doce… ¡lloremos al que deja de vivir! Es del año la agonía y el nacimiento del año, la esperanza y desengaño lo pasado y porvenir
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario