“-Los hombres, como los árboles, deben ser reconocidos por sus frutos, no por sus raíces, Señor. Las raíces no suelen servir de alimento más que a algún que otro cerdo.
-Pero son las que permiten mantenerse erguidos.
-A los árboles, Señor, no a los hombres, a los que en demasiadas ocasiones el peso de unas ostentosas raíces acaban por derribar”. (pág. 72)
“El tiempo le había enseñado que cada hombre es en realidad su propio juez y por lo tanto el único que puede determinar la severidad de la pena que debe serle impuesta.
Por desgracia suele ser, casi siempre, el más venal, corrompido y olvidadizo de los jueces, pero cuando, como en su caso, se comporta con verdadera honestidad, su condena suele ser, de igual modo, la más dura.
Y la que siempre hay que cumplir, puesto que jamás se inventó una cárcel más segura que la propia conciencia.
Nadie escapa de ella por mucho que intente sobornar a sus guardianes, ni nadie consigue huir lo suficientemente lejos, puesto que siempre lleva consigo al carcelero” (pág. 94)
“Las miserias humanas se acrecientan con el paso de los años. Las flores del mal se transforman con el tiempo en ásperos arbustos y degeneran hasta convertirse en recios árboles de gruesas raíces y venenosos frutos.
El excesivo poder, al igual que la excesiva luz, ciega a los hombres.” (pág. 142)
“Más suele envidiar el poderoso que el humilde. Al igual que más generoso suele ser el pobre que el rico.” (pág. 146)
-Pero son las que permiten mantenerse erguidos.
-A los árboles, Señor, no a los hombres, a los que en demasiadas ocasiones el peso de unas ostentosas raíces acaban por derribar”. (pág. 72)
“El tiempo le había enseñado que cada hombre es en realidad su propio juez y por lo tanto el único que puede determinar la severidad de la pena que debe serle impuesta.
Por desgracia suele ser, casi siempre, el más venal, corrompido y olvidadizo de los jueces, pero cuando, como en su caso, se comporta con verdadera honestidad, su condena suele ser, de igual modo, la más dura.
Y la que siempre hay que cumplir, puesto que jamás se inventó una cárcel más segura que la propia conciencia.
Nadie escapa de ella por mucho que intente sobornar a sus guardianes, ni nadie consigue huir lo suficientemente lejos, puesto que siempre lleva consigo al carcelero” (pág. 94)
“Las miserias humanas se acrecientan con el paso de los años. Las flores del mal se transforman con el tiempo en ásperos arbustos y degeneran hasta convertirse en recios árboles de gruesas raíces y venenosos frutos.
El excesivo poder, al igual que la excesiva luz, ciega a los hombres.” (pág. 142)
“Más suele envidiar el poderoso que el humilde. Al igual que más generoso suele ser el pobre que el rico.” (pág. 146)
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